Alternativas a las oposiciones de educación infantil
Ser maestra es (o al menos debería serlo) algo totalmente vocacional, a menos que quieras que tu día a día sea un horror. El trato con los niños, las familias, el trabajo codo con codo con tus compañeros, programar, preparar las clases… tiene que gustarte, sentir la motivación día tras día. Para todos y todas las que se sienten identificados con esta manera de pensar, para los que realmente aman la docencia, existe una opción muy clara cuando terminan sus estudios: opositar.
Lo que debes saber sobre las oposiciones de educación infantil
Oposición, ese lapsus de tiempo en la vida de una persona en la que lo da todo sin esperar nada, o todo (con suerte) a cambio.
Tener un puesto fijo en un colegio, trabajar para el Estado, la tranquilidad de un sueldo para el resto de tus días… todo suena fantástico. Por desgracia, el proceso para conseguir todo esto es largo y, en la inmensa mayoría de los casos, tedioso.
Un primer examen que pone a prueba tu capacidad para memorizar un temario, y un segundo que hace lo propio con tu capacidad de escribir rápido. Después, exponer una programación.
Aparte de lo mucho (o poco) objetiva que sea la prueba, exige altas dosis de motivación, vocación y esfuerzo. Además de que con ella es muy complicado evaluar lo mucho o poco que una persona está capacitada para impartir docencia, sin desmerecer, ni mucho menos, a todas las personas que optan y triunfan en este camino ya que, son personas, con probabilidad, sobradamente preparadas.
¿Cuánta gente se apunta a estas oposiciones en cada convocatoria?
A tener en cuenta son, por supuesto, las cifras. Y es que si echamos un rápido vistazo al número de personas que son admitidas en el proceso de oposición cuesta mucho mantenerse optimista.
En el año 2022 se presentaron en la Comunidad de Madrid un total de 8.775 personas, tocando 17,7 opositores por plaza. Es complicado, y aún más complicado si es la primera vez que lo intentas y careces de puntos de experiencia u otro tipo de formación aparte de la carrera o idiomas.
Pero esta ratio no mejora si nos fijamos en otras comunidades autónomas del país: asciende, en el caso de Castilla-La Mancha a 20,76, a 22,6 en el caso de Andalucía, y hasta un 23,49 para Castilla y León.
La etapa de Educación Infantil, además, cuenta con una fama horrible por ser de las bolsas que más lento avanza de todas.
La próxima convocatoria tendrá lugar este año 2024, concretamente entre mayo y junio. En esta ocasión se prevén 245 plazas de Infantil para toda Andalucía, 85 en Aragón, 133 para Canarias, 92 de Madrid y 259 para toda Castilla-La Mancha, a repartir entre las miles y miles de personas peleando por su plaza, alguna de ellas desde hace ya varios años; y a las que, además, hay que restar las plazas destinadas a personas con alguna discapacidad, en el caso de no tenerla.
A mí, desde luego, se me caía el alma a los pies. Aún así soñaba con “meter cabeza” y no se fueron las ganas de intentarlo.
Mi experiencia opositando para educadora infantil
Y lo intenté, vaya si lo intenté, hasta dos veces.
Prepararme para las oposiciones no fue tarea fácil, fue un gasto (o inversión) importante en términos de tiempo y dinero. Durante un curso entero fui a clase una vez por semana. Calculo que, en total, pagué unos 1800 euros por estas clases, a razón de 200 euros por mes. A lo que hay que añadir los gastos para la preparación de los materiales. Solo una opositora para maestra sabe lo que cuesta plastificar, encuadernar…
Y tiempo. Horas y horas de estudio y elaboración de todo este material para la posible (solo en caso de aprobar la primera parte) exposición de una programación anual. Una locura que solo alguien que vive en casa de sus padres, con un trabajo a tiempo parcial puede permitirse.
Aún así yo lo hacía con ganas, y es una época de la que extraigo muchísimos aprendizajes y vivencias, de todo se aprende.
Otras alternativas a las oposiciones para maestros
Sin un nivel alto en ningún idioma, ni conocer a nadie que facilitara mi contratación en un colegio privado tenía muy muy difícil la opción de poder ejercer mi profesión, de poder ganarme la vida haciendo lo que realmente me apasiona.
Se me planteaba, por otro lado, la opción de seguir trabajando en la etapa de 0-3, en una escuela infantil. Era algo que me gustaba, es bonito, pero las condiciones y el sueldo eran bastante malas: no corresponden en absoluto con la responsabilidad que supone tener 8, 12, 0 20 bebés a tu cargo durante tantas horas. Por titulación, podría hacerlo, pero no era la etapa que me gustaba.
Y llegó la opción: emigrar. Lanzarme a vivir y trabajar fuera de España era algo con lo que había fantaseado desde siempre. No había hecho Erasmus en su momento y era esa espinita que me quedaba de la Universidad. Además, es la única manera de aprender un idioma y conocer una cultura de verdad.
Asaltan mil miedos y dudas cada vez que te planteas dar un paso como este. ¿A qué país ir? Muchas de mis compañeras de la carrera se fueron a Inglaterra y me daba la sensación de que esa zona está llena de españoles, demasiado saturada. ¿Cómo encuentro desde España a alguien que quiera contratarme con un nivel de idioma muy básico y sin un domicilio en el país? Todo parece inviable, demasiado complicado y, por si fuera poco, la gente de mi alrededor me genera más dudas y miedos. Se me plantean mil escenarios para los que no tengo una respuesta, en los que no sabría como reaccionar.
Trabajar como educadora infantil en el extranjero.
Trabajar y vivir. Una experiencia así fuera de tu país es salir completamente de tu zona de confort y, al volver, quería que todo cambiara para mí. No quería ser una más de las muchísimas maestras que hablan inglés. “Ya que hago esto, quiero volver a España con algo que me diferencie y me facilite la búsqueda de empleo, que esta vivencia me ayude en un futuro”, pensé. Era algo primordial para mí.
¿Y si… Alemania?
Comencé entonces a investigar: condiciones de trabajo dignas y un buen salario es lo que más llama la atención; pero si indagas un poco más allá descubres otros muchos detalles que, como maestra, terminaron de convencerme. Las ratios, que son de 12 alumnos para 2 o 3 educadoras, la metodología que utilizan en las escuelas está basada en la autonomía de los niños, la libertad de decisión y la experimentación al aire libre… ¡Es un sueño!
Después de 5 años trabajando en Alemania gracias a Helmeca solo puedo agradecer a todas mis “yo” del pasado, que dieron todos los pasos (unos más acertados que otros) que me llevaron a donde estoy ahora. El alemán no es un idioma fácil, necesita tiempo y esfuerzo, pero sobre todo actitud. He viajado, he conocido personas de muchos países del mundo, tengo un idioma, una experiencia profesional única y cientos de recuerdos que se quedan para mí.
Solo puedo recomendar vivirlo, no quedarse con las ganas. Hay tiempo para todo: equivocarse, fallar… y vivir esta experiencia es regalarte momentos.
Autora: Sandra Navarro(Perfil Instagram)